Rompecabezas

Somos un cúmulo de partes, un rompecabezas, un montón de partes sueltas, diferentes, que al unirse forman quien verdaderamente somos atrás de un nombre, de un rostro, de una imagen al otro lado del espejo.

Mis partes son muchas y muy diferentes, y sé que muchas de ellas no las conozco todavía, pero están. Puedo ser buena, dulce y cariñosa, como absolutamente detestable. Puedo ser divertida y graciosa como terriblemente seca, seria y malhumorada. Puedo ser tan pasional como romántica. Fría, hiriente, drástica como comprensiva, generosa y atenta. Puedo ser buena y puedo ser mala dependiendo del día y la compañía.

Durante mucho tiempo intenté armar un combo seleccionando las partes que me parecían más lindas o adecuadas para mostrar, ocultando las otras, esas que a muchos a veces no les gusta ver, convirtiéndome en la hija perfecta, la empleada del mes, la novia ideal, la nuera modelo, la amiga incondicional. Oculté tanto esas otras partes que ni yo llegaba a verlas, pero ahí estaban, intentando mostrarse muchas veces a pesar de que yo hacía todo lo posible para mantenerlas escondidas, hasta que en algún descuido salían, torturándome y llenándome de culpas, de miedos y desconcertando al resto: “¿Cómo vas a hacer eso?”, “Cómo vas a decir algo así?”.

Hace un tiempo elegí amigarme conmigo misma, destapar todas esas partes que mantenía escondidas y mostrarme integra. Elegí dejar de mentirme aunque a los demás no les guste lo que vean. No quiero ser más un conjunto de partes sueltas, quiero unirlas y jugar a armar mi propio rompecabezas, lleno de colores diferentes, algunos más claros, otros más oscuros, pero que juntos combinan y por lo menos a mi me gusta como quedan.